Revista del CLAD Reforma y Democracia
1315-2378
Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo
Venezuela
https://doi.org/

Recibido: 10 de mayo de 2018; : 6 de noviembre de 2018; Aceptado: 21 de noviembre de 2018

Chile 2010: la desafección política y su impacto en la participación política convencional y no convencional

Chile 2010: Political Disaffection and its Impact on the Conventional and non-Conventional Political Participation

R. Disi Pavlic, R. Mardones Arévalo,

Profesor Asistente de la Carrera de Ciencia Política, Universidad Católica de Temuco (Chile). Doctor en Gobierno de la Universidad de Texas en Austin (Estados Unidos) y Licenciado en Artes en Ciencia Política de la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos). Sus temas de investigación son: el comportamiento político, la sociología política y la política comparada. Sus trabajos han aparecido en publicaciones como Latin American Research Review y Estudios Internacionales Universidad Católica de Temuco Chile
Profesor Adjunto de la Carrera de Ciencia Política, Universidad Católica de Temuco (Chile). Doctor en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo, Magíster en Ciencia Política de la Universidad de Chile y Profesor de Historia, Geografía y Educación Cívica de la Universidad Austral de Chile. Sus líneas de investigación son: la participación política y la formación ciudadana. Ha publicado en revistas como Nueva Sociedad, Papel Político y Civilizar Universidad Católica de Temuco Chile

Resumen

La disminución de la participación política en Chile desde inicios de los años 90 dio pie para hablar, a partir de los 2000, sobre la desafección política. ¿En qué medida la desafección política incide sobre la disminución de la participación política? Los estudios anteriores sobre este tema han sido generalmente de índole teórica y descriptiva, y solo han relacionado la desafección con la participación electoral. Este estudio plantea que mayores niveles de desafección política están asociados a menor participación política convencional y no convencional. Para demostrarlo se utiliza la Encuesta Auditoría a la Democracia (2010) para realizar análisis estadísticos de la desafección política sobre distintos tipos de comportamiento político. Los resultados demuestran que la desafección política es un concepto compuesto e internamente coherente, consistente en actitudes de desconfianza hacia actores e instituciones políticas, desinterés en la política, ineficacia interna y externa e insatisfacción democrática. Los análisis de regresión, usando índices de participación como variable dependiente, también concluyen que la desafección incide negativamente en ambas dimensiones de la participación política.

Palabras clave

Participación Política, Comportamiento Político, Partido Político, Elección, Análisis Político, Chile.
Resumen, traducido

The decrease of political participation in Chile since the early 90s lead to a discussion about political disaffection in the beginning of the new century. To what extent does political disaffection affect the decrease in political participation? Previous studies on this subject have been theoretical and descriptive and have only linked disaffection to the electoral participation. This study argues that higher levels of political disaffection are associated to less conventional and unconventional political participation. To demonstrate this the Auditoría a la Democracia (2010) survey is used to perform statistical analyzes of political disaffection on different types of political behavior. Results show that political disaffection is a compound and internally coherent concept, consisting of attitudes of distrust towards political actors and institutions, no interest in politics, internal and external inefficacy, and democracy dissatisfaction. Regression analyses, using participation rates as a dependent variable, also conclude that disaffection has a negative effect on both dimensions of political participation.

Keywords

Political Participation, Political Behavior, Political Party, Election, Political Analysis, Chile.

Introducción

El retorno a la democracia en Chile en 1990 generó variadas expectativas en la población. La transición pactada entre los militares y la elite política permitió ganarle a la dictadura con sus reglas y con gran movilización política y social. En poco tiempo esa importante participación e involucramiento político dio paso al desinterés, que se vio reflejado en la disminución de las manifestaciones y una baja sostenida en la inscripción en los registros electorales, además de la desconfianza en las instituciones democráticas.

La política chilena se enfrenta a “la paradoja de que la sociedad civil, que había mostrado grados relativamente altos de movilización durante la segunda mitad del periodo militar, sufrió una importante desactivación, dando paso a lo que se ha denominado el desencanto y desafección de la política

democrática” (Delamaza, 2013: 44). En términos de participación convencional, como muestra la Figura 1, si para el plebiscito de 1988 el porcentaje de votos emitidos versus la población en edad de votar era de un 90%, para el año 2009 ese porcentaje había disminuido a un 59%.

Figura 1

Figura 1

elaboración propia con base en datos obtenidos del SERVEL: http://www.servel.cl.

En términos de participación no convencional, según datos del Estudio Mundial de Valores, el nivel de acción en general también es bajo. De acuerdo con la Figura 2, la mayor variación se presenta en la asistencia a manifestaciones pacíficas, la cual bajó de un 30% a inicios de los años 90 a 17% a mediados de los 2000, experimentando un repunte de 23% en 2011.

Figura 2

Figura 2

elaboración propia con base en datos de World Values Survey (WVS): http://www.worldvaluessurvey.org.

Al respecto, desde mediados de los años 90 la literatura académica da cuenta de una situación de malestar y desencanto (Brunner, 1998; Huneeus, 1998; Lechner, 1994). Posteriormente, y sin abandonar esa línea, a principios de los 2000 se empieza a aplicar en Chile el concepto desafección política (Lechner, 2003a y 2003b; Parker, 2003; PNUD, 2002), el cual es vinculado con falta de interés, bajos niveles de confianza en las instituciones democráticas y la clase política, y sentimientos de ineficacia, entre otras actitudes.

Este estudio analiza el efecto de la desafección sobre el comportamiento político en Chile, argumentando que la desafección tiene un efecto negativo tanto sobre la participación política convencional como no convencional. El segundo apartado discute las principales conclusiones -y lagunas- de la literatura sobre desafección y participación política en Chile. Las siguientes partes son de naturaleza empírica: en la tercera sección se explica la elección de la Encuesta Auditoría a la Democracia 2010[1] (PNUD, 2010) como evidencia; en la cuarta se operacionalizan los conceptos de desafección y participación política usando estos datos; en la quinta sección se presentan los resultados de una serie de regresiones no lineales de la desafección sobre la participación política. En la última parte se exponen las conclusiones.

1. Desafección política, un concepto polisémico difícil de definir

No hay una teoría general sobre la desafección política que proporcione un punto de referencia del cual partir. Sin embargo, sí hay un acuerdo respecto de cuándo y en qué circunstancias surge y respecto de la complejidad de definirlo. En cuanto al surgimiento, el mismo estaría relacionado con una suerte de cansancio de la política tradicional, nacido en las sociedades del bienestar de la década de 1960. Sociedades que alcanzaron “un alto nivel de bienestar económico y de seguridad social, ampliados a todos por las instituciones del Estado de bienestar o aseguradas por el acuerdo entre las partes sociales” (Kirchheimer, 1980: 333) de ahí que, “la coincidencia en torno a 1968 de una revuelta generacional en los países industrializados sólo puede explicarse por la entrada de una numerosa cohorte de jóvenes (la llamada generación del baby boom) crecida durante una fase larga de crecimiento económico estable y con una ampliación y elevación general del nivel educativo” (Paramio, 1999: 86).

Existe una conexión entre la lógica de una sociedad que se rebela contra las pautas tradicionales (con nuevas demandas, aparición de nuevas formas de acción y organización) y la desafección política. Como explican Putnam ...[et al] (2000), la sobrecarga de demandas en las democracias avanzadas resultó en las décadas de 1960 y 1970 en un “radicalismo desafecto” (Crozier ...[et al], 1975), propiciando la movilización social y desafiando la gobernabilidad[2]. Esta cuestión, en cambio, no se observa en Chile en el período investigado. Por el contrario, la desafección política no dio paso a nuevas formas de organización y acción.

Respecto de la definición de la desafección política hay múltiples aproximaciones que destacan diferentes aspectos del fenómeno. Según Marotte (2014: 18), se trata de “una locución profusamente utilizada en la literatura de fuste pero que arrastra grandes dificultades para definir sus contornos conceptuales”. De hecho, el mismo autor “acomete el análisis de treinta y cuatro palabras, conceptos o locuciones que se utilizan mundialmente para referirse a la desafección política” (Marotte, 2014: 1). En la misma línea, relativa a la dificultad en la definición, Montero ...[et al] (1999: 124) afirman que “la desafección política es un concepto tan crecientemente utilizado como diversamente definido. Si se considera como una especie de síndrome, sería posible situar sus síntomas en un continuo que fuera desde un polo positivo de ciudadanos completamente integrados y con fuertes sentimientos de cercanía a su sistema político, que pasara a través de puntos intermedios caracterizados por un cierto desapego respecto a elementos significativos del régimen, y que alcanzara un polo negativo definido por una hostilidad completa hacia el sistema político y un consecuente alejamiento del mismo”. Esta situación, respecto de la diversidad en cuanto a la definición, supone dificultades al momento de operacionalizar la desafección política para poder medir la existencia y profundidad del fenómeno, por lo que el tratamiento empírico se torna complejo.

En este sentido, Torcal (2001: 229) propone una definición en la cual se alude al fenómeno como un “sentimiento subjetivo de ineficacia, cinismo y falta de confianza en el proceso político, políticos e instituciones democráticas que generan distanciamiento y alienación, pero sin cuestionar la legitimidad del régimen político”. Aquí se destaca la dimensión institucional del vínculo entre el ciudadano y la política y se establece su característica como sentimiento subjetivo. Además, el autor plantea que la desafección política no afecta a la legitimidad del régimen político. Por lo tanto, si bien puede existir cuestionamiento a las instituciones democráticas, esto no implica por sí mismo entablar una controversia respecto de la legitimidad del régimen.

Hay acuerdo respecto de la subjetividad del fenómeno y las definiciones presentadas avanzan sobre ciertas características que permiten observarlo para el caso de Chile. Se plantea como línea de base lo establecido por Torcal (2006), en cuanto a que la desafección política tiene dos dimensiones. Una dimensión es de carácter institucional en la cual las subdimensiones, confianza en las instituciones representativas[3] y eficacia externa, juegan un rol fundamental. La otra dimensión tiene relación con el compromiso político, donde las subdimensiones fundamentales son el interés en la política, la importancia de la misma para la vida y la eficacia política interna. A estas dos dimensiones se agrega una tercera que tiene que ver con la insatisfacción con la democracia. A diferencia de países con tradiciones democráticas más largas e ininterrumpidas, en casos como el chileno el apoyo a la democracia no está tan enraizado y, por lo tanto, es más susceptible a cambios. Respecto de lo anterior, resulta importante destacar lo que Montero y Morlino (1993) denominan eficacia percibida, que está vinculada a la satisfacción con el funcionamiento de la democracia: “la satisfacción de demandas básicas mediante acciones gubernamentales específicas puede inducir a la formación, al mantenimiento o al fortalecimiento de actitudes positivas hacia el régimen democrático” (Montero y Morlino, 1993: 12). De esta forma, la eficacia percibida se vincula con la satisfacción de demandas básicas y a su vez contribuye en legitimación y apoyo a la democracia. Estas tres dimensiones se explicarán más adelante como parte de la operacionalización del concepto.

La literatura ha identificado también algunas causas y consecuencias de la desafección. Entre los factores causantes de la desafección, la tradición democrática de un país incide en gran medida en sus niveles de desafección (Torcal, 2006). Varios estudios también han identificado el bajo o mal rendimiento gubernamental como una causa de distintos componentes de la desafección (Bargsted ...[et al], 2017; Bargsted y Torcal, 2015; Levi y Stoker, 2000; Morales, 2008; Del Tronco, 2012). La evaluación del desempeño del gobierno en las arenas de la economía, el combate contra la corrupción y el crimen tienen, por su parte, un efecto significativo sobre el nivel de eficacia externa de los latinoamericanos (Lee ...[et al], 2015). Por otro lado, el uso de medios de comunicación por razones políticas puede aumentar la eficacia y disminuir el cinismo hacia el sistema político (Pinkleton ...[et al], 1998), además de incrementar la confianza institucional (Espinoza-Bianchini, 2018). Entre los efectos de la desafección, además de la decisión de participar, se encuentran la baja identificación partidaria (Di Palma, 1969) y el apoyo electoral a candidatos outsiders, independientes y populistas (Belanger y Nadeau, 2005; Del Tronco, 2013; Madueño, 2007).

En Chile, si bien la idea de desafección aparece mencionada en los trabajos de Parker y Salvat (1992) y Lechner (1993), es recién a principios de los años 2000 cuando es más profusamente utilizada y descrita como un efecto del malestar y el descontento. El planteamiento de este trabajo, por otro lado, es que la desafección política es un fenómeno en sí mismo. Se hace esta precisión habida cuenta de que la literatura académica de inicios del 2000 la situaba como un efecto del malestar y el descontento, cuestiones acerca de las cuales se comenzó a hablar desde principios de los años 90. De hecho, el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo establece que una de las características del chileno molesto es que “en política es un desafecto, no está inscrito o no concurre a votar. Tiende a no identificarse con ninguna orientación política” (PNUD, 2002: 71). Por lo tanto, la desafección política sería un efecto de estar molesto que se expresa en cuestiones como no inscribirse y no estar identificado con ninguna posición política, es decir, que provoca la falta de interés por la política convencional.

Lechner (2003a: 105), por su parte, llama la atención sobre el bajo apoyo a la democracia y se pregunta acerca de las razones de esa indiferencia. Según él, “la desafección de ciertos ciudadanos responde a ese déficit cultural de la democracia. Tienden [los desafectos] a considerar insignificante a la democracia en tanto ella no ayuda a encontrarle significación a su vida cotidiana”. En este sentido, el desinterés va acompañado de bajo apoyo a la democracia, producto de la insignificancia de la misma para la vida cotidiana del ciudadano. Hay aquí un problema de fondo que Lechner (2003b) atribuye a la no generación de un sentido común del “nosotros”: no hay proyecto común de sociedad, lo cual no solo genera la baja en la participación electoral sino también “una desafección política. Similar a la retirada de la vida social, existe una retracción de la vida política” (Lechner, 2003b: 56). La desafección política, en este sentido, implica que la ciudadanía deja de involucrarse en la política.

El denominador común es el no involucramiento en la política. En esta línea Parker (2003), que enfoca su análisis en la juventud, relaciona abstención con desafección, definiéndolo como “desinterés creciente por la política” y utilizando como indicador “la escasa inscripción de los jóvenes en los registros electorales y en la escasa voluntad de participación activa en política” (2003: 1). El tratamiento del tema por parte del autor se explica por el contexto, toda vez que asume que la actitud desafecta sería coherente con un escenario político en el cual estaban vigentes los denominados poderes fácticos[4] y, además, la participación activa está referida a lo convencional, las elecciones y el voto.

En la misma línea, Madrid (2005: 52) agrega los conceptos de apatía y apoliticismo, los cuales define “como la desvinculación de ciertos ciudadanos del sistema político formal e institucionalizado; es decir, como la desvinculación con la política más que con lo político” (Madrid, 2005: 52). Al igual que Parker (2003), el tema es abordado desde una óptica institucional. En este caso los conceptos aparecen entremezclados y no se establece claramente que apatía sea desafección, ya que cuando se refiere a ella se habla de “despolitización en términos de una desafección de los registros” (Madrid, 2005: 62). Se entiende que apunta a los registros electorales, lo cual restringe aún más el concepto en tanto implicaría que desafección equivale solamente a no inscribirse.

Complementario con lo anterior, Toro (2008) realiza un análisis sobre juventud y política donde los temas centrales son la desafección y la participación política. Si bien se refiere en reiteradas oportunidades al fenómeno, no hay una definición del mismo. En el estudio se relaciona la desafección con el alejamiento de la política de los anhelos juveniles, por ende, habría un desencanto juvenil que se podría producir ante la inconsistencia entre expectativas y satisfacción inmediata de demandas. Además, al igual que Parker (2003) y Madrid (2005), lo vincula con cuestiones de orden institucional, particularmente con el voto y el declive de la inscripción electoral.

De alguna manera, tal y como afirma Morales (2008: 162), en Chile se presenta una inconsistencia respecto de las fortalezas que presenta el sistema político y las “debilidades internas asociadas, principalmente, a la participación ciudadana y al accountability”. El autor también hace una observación importante de la cual se extrapola una diferencia clave en el efecto de la desafección en Chile y los países industrializados. Tomando en cuenta que el fenómeno de la desafección política está asociado en países desarrollados con democracias consolidadas a otras formas de expresión ciudadana, y por tanto es vista como algo positivo, “el caso de Chile parece alejarse de esta lógica. La baja participación no solo es política, sino que también es comunitaria” (Morales, 2008: 165). En este sentido, el efecto más complejo de la desafección en Chile es que la ciudadanía deja de lado por completo la actividad política, algo que va a contrapelo de la experiencia en otros países donde se ha observado que la desafección está asociada, por ejemplo, a una mayor cantidad de huelgas (Torcal, 2006: 617).

Según Lechner (1993: 69), la desafección no se expresa en algo concreto sino que corresponde, más bien, a “un sentimiento de malestar de contenido inasible. Flota en el aire, sin anclaje material visible. Otro rasgo pareciera ser su localización difusa; no se trata de un fenómeno representativo de determinadas clases o sectores sociales”. Su definición, además, establece que no es algo que afecte a un sector específico de la sociedad. Se puede agregar que tampoco tiene que ver con edad o género, es algo transversal.

Para el caso de Chile, por lo tanto, la desafección política ha sido objeto de varios estudios de índole conceptual y teórica. Empero no hay estudios sistemáticos o análisis empíricos de la relación entre esta y la participación política. En general se encuentran análisis descriptivos de la desafección y su impacto en la participación convencional. En cuanto a lo no convencional es un tema aún sin explorar. Los que más se acercan a este tipo de análisis son ciertos estudios que analizan el efecto de algunas actitudes políticas que compondrían la desafección sobre distintos tipos de comportamiento político (Castillo ...[et al], 2015; Somma, 2017).

2. Datos e hipótesis

No obstante la complejidad de analizar percepciones, cuestiones como la baja identificación política, el distanciamiento de los partidos políticos, la no inscripción, el bajo nivel de acciones no convencionales y la falta de participación en agrupaciones alternativas a las tradicionales, dan cuenta de los bajos niveles de involucramiento político de la ciudadanía en Chile que, al parecer, se deben al aumento de la desafección política. Para operacionalizarla, se asume que “comprende dos aspectos o dimensiones que se miden utilizando diferentes indicadores: la desafección institucional (medida por la confianza en las instituciones representativas y la eficacia en la política externa); y la falta de compromiso político (medida por la eficacia política interna, el interés político y la importancia de la política en la vida)” (Torcal, 2006: 594). En cuanto a la participación política, para la dimensión convencional que en el caso de Chile es la más estudiada (Carlin, 2006; Morales, 2011; Navia, 2004), se consideran la inscripción y participación electoral, militar en partidos políticos y hacer trabajo voluntario en campañas electorales. En cuanto a la dimensión no convencional, este trabajo se basa en las categorías definidas en el trabajo de Barnes ...[et al] (1979).

Para el análisis empírico se toma como referencia el año 2010 por tres razones. En primer lugar, ese año marca un punto de inflexión entre el término de los gobiernos de la coalición (Concertación de Partidos por la Democracia, que se mantuvo 20 años en el poder y gestionó la transición a la democracia) y el primer gobierno de derecha en 50 años de la historia de Chile. En segundo lugar, desde 2011, año en que se produce la mayor movilización social desde la vuelta a la democracia, quedó la impresión de que la forma de hacer política estaba cambiando y que había un mayor involucramiento ciudadano a nivel no convencional en los asuntos públicos, habida cuenta del desprestigio de la política. Finalmente hay razones metodológicas. Las encuestadoras con datos válidos para Chile no siempre realizan el mismo sondeo con las mismas preguntas, lo que impide la operacionalización de nuestros conceptos. Por otra parte, ese año salió el informe de la Encuesta Auditoría a la Democracia 2010 (EAD), el cual contiene la batería de preguntas necesarias que permite medir estas variables y deja la puerta abierta para posteriores investigaciones.

Con base en esta discusión teórica de la desafección en general, y en particular de la desafección en el caso chileno, se avanza en las siguientes hipótesis empíricas:

Hipótesis 1: Mayores niveles de desafección tienen un efecto negativo sobre la participación política convencional.

Hipótesis 2: Mayores niveles de desafección tienen un efecto negativo sobre la participación política no convencional.

3. Operacionalizando la participación y la desafección

Aprovechando la diversidad de tipos de participación política incluidos en la EAD 2010, la participación es operacionalizada elaborando dos índices[5]: uno de participación política convencional y uno participación política no convencional. Otros autores ya han usado índices para medir la participación política general (Brady ...[et al], 1995) y no convencional (Disi Pavlic, 2018; Scherman ...[et al], 2015; Valenzuela, 2013). Ambos tipos de participación pueden ser considerados dos dimensiones de un mismo concepto amplio de participación (Ekman y Amnå, 2012), pero vale la pena analizarlos por separado para identificar los potenciales efectos diferenciales de la desafección sobre cada uno. En el caso del índice de participación convencional, se utilizaron preguntas sobre los siguientes tipos de participación: estar inscrito en el registro electoral, colaborar en una campaña política, y militar en un partido político. El índice de participación no convencional fue creado usando respuestas afirmativas a preguntas sobre los siguientes tipos de acción: firmar peticiones, participar de marchas o manifestaciones políticas, donar o recolectar fondos para actividades políticas o sociales, participar en foros o discusiones políticas en línea, y participar en huelgas.

La Tabla 1 muestra la frecuencia de los distintos tipos de participación. Lamentablemente, la EAD 2010 no pregunta a los encuestados si votaron en la última elección, pero sí les consulta por la inscripción en el registro electoral, que es -por lejos- el tipo más frecuente de participación (72,6% de los participantes). Le sigue con mucha menor frecuencia la donación o recolección de fondos (13,5%) y la participación en marchas o manifestaciones (10,8%). Los tipos menos frecuentes de participación son el involucramiento en campañas políticas (4,9%) y la militancia en partidos (3%). Con la excepción de la inscripción en el registro electoral (que se podía realizar solo una vez en la vida y era permanente), las actividades no convencionales tienden a ser más frecuentes que las convencionales. Cabe destacar que la tasa de no respuesta (NS/NR) es muy baja para todos los tipos de participación.

Tabla 1

Tabla 1

elaboración propia con datos de EAD 2010 (PNUD, 2010

El índice de participación convencional (inscripción para votar, militar en partidos y participar en campañas) se distribuye de la forma que ilustra la Figura 3. Los tres tipos de acción están directamente relacionados con el proceso político electoral y convencional, lo que justifica agregarlos en un índice. Este índice va de 0 (no participar) a 3 (participar en todos los tipos de acciones políticas convencionales). La media de participación convencional es de 0,8. La cantidad de tipos de participación más frecuente es 1 (67,5%, impulsado por el alto porcentaje de personas que dijeron estar inscritas en el registro electoral), seguido por no participar de ningún tipo (26,7%). Lo menos frecuente es haber participado en los tres tipos de acción convencional (1,5%).

Figura 3

Figura 3

Encuesta Auditoría a la Democracia 2010 (PNUD, 2010).

La Figura 4 muestra la distribución del índice de participación en acciones no convencionales (firmar peticiones, donar o recolectar fondos, participar en foros o discusiones políticas online, asistir a marchas o manifestaciones, participar en huelgas). Aunque este índice incluye tipos de acción disímiles, todos son ejemplos de “voz política” cuyo objetivo es influenciar el proceso de toma de decisiones (Verba ...[et al], 1995) y han sido usados en otros estudios sobre participación (Somma y Bargsted, 2018)[6]. En este caso, el índice varía de cero a cinco. El promedio de participación no convencional de acuerdo con los datos de la EAD 2010 es de 0,4. A diferencia del otro índice, el valor más común es cero (77,7%) y desde ahí la frecuencia disminuye progresivamente hasta llegar a cinco tipos de acción (solo un 1% de los encuestados).

Figura 4

Figura 4

Encuesta Auditoría a la Democracia 2010 (PNUD, 2010).

El concepto de desafección es operacionalizado a través de una escala basada en preguntas actitudinales de la EAD 2010. Dado que la desafección es una noción multidimensional, ninguna pregunta de encuesta por sí sola es capaz de medirla en su totalidad. Por otro lado, agregar variables de cada componente de la desafección por separado en una regresión causaría problemas de multicolinealidad, además de dificultar la interpretación. El uso de una escala también es preferible porque ayuda a disminuir el error aleatorio de medición.

La escala fue creada usando los conceptos que componen la desafección de acuerdo a la literatura internacional (Di Palma, 1969; Montero ...[et al], 1999; Torcal, 2001 y 2006). Los componentes de la desafección, tomados de la definición de Torcal (2006), serían los siguientes: bajos niveles de eficacia interna y externa; desinterés en la política; percepción de que la política en la vida no importa; y bajos niveles de confianza en instituciones y actores políticos; a los cuales se agrega insatisfacción con la democracia.

La EAD 2010 contiene múltiples preguntas sobre casi todas las dimensiones y subdimensiones que fueron usadas para construir la escala de desafección. Respecto a la confianza política se utilizan las preguntas sobre confianza en los partidos políticos, en el gobierno y su labor, y en el Congreso[7]. Para incluir el nivel de interés en la política se analizan preguntas sobre el interés de los encuestados en la política[8] y sobre la frecuencia con que hablan de política con familia y amigos[9]. Finalmente, se agregan tres preguntas sobre eficacia interna[10], dos sobre eficacia externa[11] y una sobre satisfacción con la democracia[12].

Para asegurar que los distintos conceptos estén efectivamente relacionados entre sí se utiliza el Alfa de Cronbach (a). El a mide la consistencia interna de una escala, basada en las correlaciones entre los distintos pares de componentes. El a tiene valores entre 0 y 1 -a mayor valor, más alta es la consistencia interna-. En general, la convención indica que los valores mayores a 0,7 son suficientemente altos para considerar que una serie de ítems está midiendo el mismo concepto. La Tabla 2 muestra los a de la selección de ítems de la EAD 2010 informada por la literatura[13]. En la última fila de la Tabla aparece la escala sumativa de los ítems cuyo a es de aproximadamente 0,72, lo que sugiere que posee consistencia interna. En el caso de cada ítem individual, la última columna de la tabla muestra cuánto cambiaría el Alfa de Cronbach de la escala de desafección si se eliminara esa variable en particular. De todas las preguntas solo una de las de eficacia interna (“Gente como yo no tiene nada que decir sobre lo que el gobierno hace”) baja el a de 0,723 a 0,7175. Sin embargo, como el efecto es muy pequeño, se mantendrán todos los ítems por razones teóricas y para disminuir el error aleatorio de medición. La evidencia, por lo tanto, sugiere que la pregunta de satisfacción con la democracia mide el mismo concepto que las demás preguntas, lo que desmiente (por lo menos para el caso chileno) el argumento de que la desafección no está relacionada con la deslegitimación de la democracia (Montero ...[et al], 1998 y 1999).

Tabla 2

Tabla 2

La frecuencia de los valores de la escala de desafección aparece en la Figura 5. Valores negativos reflejan niveles más bajos de desafección, mientras que los positivos niveles relativamente altos. El caso en la muestra con niveles más bajos de desafección tiene un puntaje de aproximadamente -1,15. Por otra parte, la persona más desafecta en la muestra tiene un valor de alrededor de 1,28 en la escala. El valor promedio es de casi 0,01 y la mediana es de 0,03, lo que sugiere que la mayoría de los encuestados demuestran niveles relativamente altos de desafección política.

Figura 5

Figura 5

Encuesta Auditoría a la Democracia 2010 (PNUD, 2010)

4. Análisis estadístico

Distintas variables de control organizacionales, sociodemográficas y actitudinales son incluidas para analizar el efecto independiente de la desafección sobre la participación política[14]. En términos organizacionales se incluye la participación en organizaciones sociales, ya que la actividad en este tipo de asociaciones aumenta las “habilidades cívicas” necesarias para participar políticamente (Brady ...[et al], 1995; Dalton ...[et al], 2009: 67), además de tener un efecto positivo sobre la “disponibilidad estructural” de ser reclutado por otros miembros para realizar acciones políticas (Schussman y Soule, 2005)[15].

En términos de factores sociodemográficos, se agregan algunas variables categóricas informadas por la literatura como grupo socioeconómico (GSE) y nivel educativo, por su efecto positivo en las habilidades cívicas (Brady ...[et al], 1995). El GSE se calcula con base en el nivel educativo y el tipo de empleo del jefe de hogar del encuestado. Sus valores son ABC1 (más rico), C1, C2, D y E (más pobre). Por su parte, la variable de nivel educativo corresponde al último nivel de educación alcanzado por el encuestado y tiene cuatro valores: “Menos de educación básica”, “Entre básica completa y media incompleta”, “Entre media completa y superior incompleta” y “Superior completa y más”. La evidencia internacional (Brady ...[et al], 1995; Dalton ...[et al], 2009: 67; Schussman y Soule, 2005) y del caso chileno (Altman, 2004; Contreras ...[et al], 2016; Corvalán y Cox, 2013) indica que mayores niveles de pobreza y menores de educación tienen un efecto negativo sobre el comportamiento político.

También se agrega una variable continua de edad, dado que la literatura ha encontrado que mayor edad tiene un efecto positivo sobre la participación electoral (Castillo ...[et al], 2015: 493-494; Corvalán y Cox, 2013; Franklin, 2004), pero negativo en aquella relacionada con protestas (Castillo ...[et al], 2015: 495; Roberts, 2016: 145; Valenzuela, 2013: 932). Se agregan también variables dicotómicas de género (femenino vs. masculino) y etnia (indígena vs. no indígena), ya que diversos estudios han encontrado divergencias en los niveles de participación entre hombres y mujeres causadas por las diferencias de género en la socialización política (Altman, 2004; Dalton, 2013). Por otra parte, se argumenta que la movilización indígena, y en particular la de la etnia mapuche, ha aumentado en los últimos años (Bidegain, 2017; Tricot, 2009).

Finalmente, en términos de variables actitudinales se incluye la ideología de los encuestados. Hay evidencia de que la ideología de derecha tiene un efecto movilizador sobre la participación en elecciones (Castillo ...[et al], 2015: 494) a la vez que se ha encontrado una asociación positiva entre la ideología de izquierda y la participación en protestas a nivel individual (Castillo ...[et al], 2015: 494; Dalton ...[et al], 2009: 60). No se incluyen otras variables actitudinales (confianza, eficacia, interés) por separado, porque ya están contempladas dentro de la escala de desafección[16].

Las hipótesis son evaluadas usando modelos de regresión con distintas especificaciones[17]. La Tabla 3 presenta los resultados de cinco modelos distintos usando como variable dependiente la participación convencional. El modelo I usa la escala de desafección como única variable explicativa. El modelo II es el modelo completo con variables de control. Ambos corresponden a regresiones logísticas ordinales (tratando al índice de participación como una variable categórica ordinal), las cuales son apropiadas para los datos cuando la distribución de la variable dependiente es limitada y tiene pocos valores posibles (Cameron y Trivedi, 2013: 99). El modelo I, que solo incluye la variable de interés de desafección, sugiere que las posibilidades de mayor participación convencional se reducen en casi un 51% (p > 0,01). Al agregar las variables de control, en el modelo II, el efecto independiente de la desafección es similar: cada aumento de un punto en la desafección reduce las posibilidades de tener mayores niveles de participación convencional en un 49% (p > 0,01). Estos resultados confirman la Hipótesis 1.

Tabla 3

Tabla 3

elaboración propia con datos de EAD 2010 (PNUD, 2010)

Enfocándose en el modelo II, el efecto de las variables de control sobre las acciones convencionales es en muchos casos significativo. Los efectos de participar en organizaciones sociales, mayor educación y ser indígena son positivos y estadísticamente significativos. En el caso de la ideología, el efecto de identificarse con el Centro y con ningún sector, comparado con la Derecha, es estadísticamente significativo y negativo. Resulta interesante observar que ni el género ni el GSE tienen efectos significativos sobre la participación. Solo al ejecutar el modelo II sin las variables de desafección y educación (resultados no mostrados), el GSE tiene un efecto estadísticamente significativo sobre la participación. Esto sugiere que el GSE está estrechamente relacionado no solamente con la educación (lo que es esperable), sino también con la desafección.

Los modelos III, IV y V son formulados para comprobar que los resultados del modelo II sean robustos a variaciones en las especificaciones de modelo. El modelo III utiliza una regresión lineal, el modelo IV una regresión Poisson, y el V una regresión logística tratando al índice de participación como una variable continua, un conteo, y una variable binaria[18], respectivamente. En la regresión lineal (III) el aumento de un punto porcentual en la desafección reduce en 0,15 el número de tipos de participación convencional[19]. La regresión Poisson (IV) sugiere que aumentos de un punto en la desafección disminuyen el índice de participación convencional en un 83%. Según el modelo logístico (V) las posibilidades de realizar al menos un tipo de acción convencional disminuyen en un 42%. Respecto a las variables de control la mayor diferencia con el modelo II está en modelo V, donde el efecto de la ideología no es estadísticamente significativo, mientras que el del GSE sí lo es.

La Tabla 4 muestra los resultados de los cinco modelos usando el índice de participación no convencional como variable de interés. Según el modelo I el efecto de un punto adicional en la escala de desafección (sin controlar por otros factores) reduce las posibilidades de mayores niveles de participación no convencional en un 70%. Incluir las variables de control en el modelo II resulta en que el efecto de un incremento de una unidad en la desafección reduzca las posibilidades de realizar más acciones no convencionales en un 63% (p > 0,01). La Hipótesis 2 queda, por lo tanto, también sustentada. Este efecto también indica que el efecto de la desafección es negativo para todo tipo de participación, pero que es de una magnitud mayor en el caso de la participación no convencional.

Tabla 4

Tabla 4

elaboración propia con datos de EAD 2010 (PNUD, 2010).

Analizando el modelo II algunas variables de control también tienen efectos significativos sobre el índice de acción no convencional. Parecido al efecto sobre la participación convencional, mayor nivel educativo y ser indígena tienen efectos positivos sobre la participación en protestas. Contrario al efecto sobre la participación convencional -y en línea con la literatura-, identificarse con el Centro-Izquierda y la Izquierda tiene un efecto positivo sobre la participación no convencional (comparado con identificarse con la Derecha), mientras que cada año adicional de edad reduce la probabilidad de participar en protestas. A diferencia de las variables dependientes anteriores, existen diferencias de género: comparado con los hombres, las mujeres tienen probabilidades más bajas (21%) de alcanzar valores más altos en el índice de protesta. Una explicación podría ser que los hombres chilenos son socializados de tal manera que es más probable que participen en actividades más riesgosas y con mayor potencial de represión[20].

Los efectos de la escala de desafección en los modelos III, IV y V demuestran que la asociación entre desafección y participación es robusta a cambios en los modelos de regresión. Incrementos de un punto en la escala de desafección están asociados a disminuciones en el índice de participación convencional de 0,3 unidades (modelo III), 48% (modelo IV) y 56% (modelo V). Hay pocas diferencias entre estos modelos y el modelo II: una excepción es el hecho que la variable étnica no pierde significancia en el modelo V.

Los modelos II de las Tablas 3 y 4 sirven para analizar los efectos predictivos de la desafección sobre distintos valores de las variables dependientes de participación[21]. En los dos casos, se analizan los efectos predictivos en los siguientes valores de participación: cero (no participar en ningún evento), uno (realizar solo un tipo de participación) y dos (realizar dos tipos de acción política). Se predice la probabilidad a intervalos de 0,5 en la escala de desafección, entre -1,6 y 1,4[22].

La distinción entre no participar y realizar un tipo o más de acciones es más relativa en el caso de la participación convencional, como muestra la Figura 6. En el caso de no participar, la probabilidad aumenta junto con el valor de la escala de desafección: en el valor más bajo de desafección la probabilidad es de 7%, que aumenta a 37% en el valor más alto de desafección. En contraste, a medida que aumenta la desafección, tanto la probabilidad de realizar uno como dos tipos de participación convencional va disminuyendo (aunque la primera es siempre mucho más alta que la segunda). Las probabilidades van disminuyendo desde 87% (un tipo) y 4% (dos tipos) a 62% (un tipo) y 0,1% (dos tipos), a la par que aumenta la desafección.

Figura 6

Figura 6

elaboración propia con datos de EAD 2010 (PNUD, 2010).

Finalmente, la Figura 7 muestra los efectos predictivos de la participación no convencional. En este caso, no participar es el nivel de participación más común para todos los valores de la escala de desafección. La probabilidad de no participar aumenta junto con la desafección y va desde 55% a 96%. Las probabilidades de realizar uno y dos tipos de participación son muchísimo más bajos y disminuyen a medida que aumenta la escala de desafección desde 22% a 3% (un tipo) y 11% a 1% (dos tipos).

Figura 7

Figura 7

elaboración propia con datos de EAD 2010 (PNUD, 2010).

Conclusión

Cuando se comenzó a hablar sobre desafección política en Chile se le relacionó con la baja participación electoral, sin comprobar empíricamente si había una relación. Lo que la experiencia internacional indica al respecto es que la desafección no ha implicado desm

Cuando se comenzó a hablar sobre desafección política en Chile se le relacionó con la baja participación electoral, sin comprobar empíricamente si había una relación. Lo que la experiencia internacional indica al respecto es que la desafección no ha implicado desmovilización, que la participación política tanto convencional como no convencional se mantienen, e incluso aumentan las formas vinculadas a esta última, como forma complementaria (Paramio, 1999; Torcal, 2006: 617). Además, la literatura internacional da cuenta de que la desafección política no conlleva un cuestionamiento a la legitimidad democrática (Torcal, 2001). Desde esta perspectiva los efectos de la desafección son distintos en democracias consolidadas respecto de las nuevas.

Para el caso de Chile, este estudio demuestra que la desafección política tiene un efecto importante sobre el comportamiento político. Este efecto es negativo tanto para la participación convencional como la no convencional. La magnitud del efecto es mayor, sin embargo, en el caso de la participación no convencional. Esta asociación es robusta a distintas especificaciones de modelos de regresión y es independiente del efecto de otras variables socioeconómicas y actitudinales. La operacionalización de la escala de desafección, además, demuestra que la desafección en Chile está asociada al cuestionamiento al régimen democrático.

Los resultados de este trabajo tienen implicaciones importantes para el estudio de la desafección y el comportamiento político. El nivel relativamente alto de consistencia interna de la escala de desafección elaborada para este artículo sugiere que la desafección es un concepto compuesto, pero analíticamente coherente, y da sustento a los componentes de la desafección identificados por Torcal (2006): bajos niveles de confianza, eficacia, interés y satisfacción. Respecto al estudio del comportamiento político, la evidencia da validez empírica al argumento avanzado por la literatura chilena sobre el efecto negativo de la desafección en el comportamiento electoral: a mayor nivel desafección, menor es la probabilidad de inscribirse en el registro electoral (y, por lo tanto, de votar). Por otro lado, las conclusiones de este estudio desmienten el argumento de que el aumento de la desafección política no implica dejar de participar (Paramio, 1999; Torcal, 2001). Finalmente, el efecto similar de la desafección en ambos tipos de comportamiento político sugiere que sus causas son similares y que merecen ser analizados en conjunto.

Aunque la evidencia usada en este estudio equivale a una foto instantánea de un solo país en un momento particular, la relación presentada entre desafección y participación es aplicable en otros contextos. La desafección política es un fenómeno que se observa en distintos grados, pero que ha crecido en América Latina (Altman y Luna, 2007), donde se registran niveles relativamente bajos de confianza política y satisfacción con la democracia (Güemes y Hernández-Bonivento, 2014; Rojas Aravena, 2013; Wences y Güemes, 2016), aunque desde el punto de vista de la participación electoral su efecto puede estar enmascarado por el voto obligatorio en algunos países (Haime, 2017: 84). Estudios recientes sobre comportamiento político a nivel latinoamericano confirman la importancia de las subdimensiones de la desafección como el desinterés, bajo apoyo al régimen y la desconfianza en la participación electoral y en protestas (Haime, 2017; Mason Wallace Moseley, 2015). De todas maneras, los resultados de estudio apoyan el hallazgo de Brussino, Rabbia y Sorribas (2009: 284), quienes para el caso argentino encuentran que los jóvenes que no participan tienen mayores niveles de desafección que sus pares que participan tanto en acciones electorales como en formas no convencionales. La relación negativa entre desafección y participación no convencional evidenciada en este artículo también está en línea con Saunders (2014), quien halla que entre los encuestados de cinco países europeos el desinterés en la política está asociado negativamente con la participación en protestas. En otras palabras, la movilización social no es una expresión directa de desafección política.

Para concluir, este estudio tiene limitaciones que sugieren caminos para investigaciones futuras. Los resultados de las regresiones corresponden a un análisis transversal de la población chilena de un momento determinado y, por lo tanto, no ofrecen una explicación sobre la evolución a través del tiempo de la desafección en Chile. Por su parte, el análisis a nivel individual omite variables importantes a nivel agregado que podrían estar correlacionadas con la desafección (crecimiento económico, corrupción, coalición en el poder, etc.) que solo es posible de analizar con series temporales. La invitación es, entonces, al estudio longitudinal y multinivel de la desafección.